lunes, 24 de junio de 2013



Comí de tu sal y me dormí entre tus cejas.
Pero esta dulce trena a la que reduces el mundo
se me hace asfixia de amor y falta de rumbo.

Nací para estrellarme en los vidrios
urdida en vuelos huracanados.

Cuando sentí que algo se gestaba en mí
No pude describirlo,
no lo conté. Sólo lo parí.

Me di cuenta tarde que sólo valdría
en la cálida marea del papel
en la calma del verso
en la estática de sí.

Las palabras se encierran
en cárceles púrpuras de necesidad.
Una vez allí, rompen las cadenas
en busca de otras prisiones.

Son eternas fugitivas.






Si tu pierna me choca cuando dormimos
si tu pelo cae suavemente en mi frente
si buscamos ambos un beso distraído
si reímos a la par, y lo hacemos
por la misma insulsa razón
en ese momento
te amo.
te necesito.
me desespero.

Más tarde, nos retaremos a duelo.

Caeremos en una estocada perfecta.

Justo cuando quise
explicarme
olvidé que sólo soy
un pedazo de mí
escribiendo letras sucias
en hojas pálidas.

Pero esto no quiere decir que no sepa quién soy, que no pueda definirme dando un yo, un lugar, un ahí.

Puedo nombrar
todas las cosas que me gustan
las que me caen mal
las que hallo inservibles o intolerables
las que son un enigma conteniendo otros tantos enigmas
aquellas que son como un espiralado mar
sin forma y sin tiempo que consume todo
las pasiones y las rutinas

(A veces giro indefinidamente y mis náuseas preguntan cuando parará la estampida que no me deja cruzar hacia el otro lado)

Pero aún así yo sé que algo soy
me miro y veo piel y huesos y carnes que cuelgan de múltiples formas además puedo moverme con cierta soltura
 y todavía pensar con algo de lucidez y preguntarme si ese conjunto de hechos califican para definirme,
para sentirme perteneciente a un relato
que hechice a aquellos que me observan
que le de a mi existencia carácter existente.

Aquello que nos narra
es lo único que persiste.


jueves, 20 de junio de 2013



La cabeza me estalla.
Hace días siento una presión en la boca del estómago.
Será el tabaco.
O los kilos y kilos de fideos que trago sin pensar.
Será el insomnio y las largas lecturas obligatorias, aburridas y monótonas.
Será tu presencia
a pocos metros de mí
que trae consigo huracanadas mareas.

Mis hombros sienten el peso de varios cuerpos
Como si cargaran con tu voz
y su estructura sonora.
Con los otros
y sus afilados ojos.
Con todos aquellos que atestiguaron el momento
Cuando la cálida y blanda cinta
que envolvía nuestras almas
se pulverizó en un dulce acorde.

Luego vinieron las distancias
las hirientes palabras
el odio a escupitajos, los llantos, los silencios sepulcrales.

Luego vino tu imagen
en miles de imágenes
en cada melodía, doblando las esquinas
en cualquier atisbo de alegría
que buscara mostrarse tímidamente en algún sitio.

Luego vino el exorcismo
la apelación a los dioses, a los amores pasajeros
a las religiones de palabras y desahogos
a las fabricadas calmas en base a
saturarse
naufragar
dejarse tomar por el suave veneno
de lo trivial.


No te llevo conmigo como se lleva una cicatriz
o un tatuaje
o un listón en el pelo, ligero y sedoso.

Te llevo impregnado
como el olor a encierro
como una pintura maldita
que no desaparece
ni destruyendo la pared.

Como los órganos, dentro del cuerpo
como la piel
como la voz.
Como una insoportable paranoia,
como el recuerdo de un instante de cielo, de salvación eterna
en el solitario y atroz infierno del pensamiento.




domingo, 9 de junio de 2013


Guardo en mi mente
tu caminar de duende
y el sonido de tus palabras
en mis ojos.

A lo lejos escucho un piano
alguien llora.

Cinco breves segundos
detenidos en el tiempo y espacio
La música de tus pasos
brota viajando en
esas desconocidas lágrimas.

domingo, 2 de junio de 2013

Tal vez así
entre ojo y ojo
entre tacto y tacto
me convenzas de lo quizá real
dentro de mí.

Estás ahí
profunda y sonriente
perdida en un mar de empapelados

y yo estoy
como un envase vacío
deseando que lo llenes de luz.

Quisiera ser también
el lunar oscuro en tu cadera
el motivo por el cuál no esperar
nunca más nada.

Ayúdame a no desear
obsesivamente algo
incluso a vos.


Antolagnia: excitación erótica y logro del orgasmo por oler flores.

El placer en la vista
en el tacto
en el aroma.

¿Puedes amar algo tan vivo y aún tan inmóvil y ausente?
En la ternura, en la calidez,
en la oscuridad de la noche.

Despojado del color
del olor
incluso de lo extremo en su sabor

¿Puedes amarlo en lo mecánico
en lo inconsciente
en lo efímero de sí?

Hay algo gestándose en mí últimamente y no puedo explicarlo. Es una mezcla inmensa y extremadamente pasional entre un pasado que acecha y un futuro que atemoriza. Digo gestar porque no hay otro adjetivo para describir la sensación que pesa en mi vientre. 
Estos días pasados han sido túneles laberínticos de sentimientos extremos. Ambos costados de la moneda me han aterrorizado de igual manera. 
No me hallo en ningún lado. 
No existo en totalidad, en ningún sitio.
Las situaciones se presentan como desencadenadas tomas en una película sin trama.
Ya no reconozco a mi propia mente en funcionamiento. Es un ramal de voces yuxtapuestas que pelean por la tajada suprema: la aceptación por parte de mi bombardeado consciente. La entera predisposición a sus demandas, como una fuerza incontenible tomándome. 
Finalmente, cuando el discurso ganador pasa a la acción, cae la máscara de las persecuciones y me veo nuevamente sola, parada en el charco que se forma en el baño. Estoy mirándome al espejo como se mira a un cartel en otra lengua. 
No puedo desencriptarme. 
A mi alrededor encuentro la danza perfecta entre maravilla y mentira.
Todo parece salido de una extraordinaria novela. Lo espantoso surge cuando descubro que las novelas no son más que hermosas y atroces falacias. 
Intento desesperadamente permanecer en un libro, regir mi vida por las letras que construyo, donde somos uno el juego de la vida y yo; donde puedo deconstruir y transformar lo que veo, convirtiéndolo en un puente. 
Pero las treguas poco duran y el hechizo de la inmunidad se rompe fácilmente.
Caigo desnuda e inválida en un universo donde no encuentro las formas para expresar qué sucede.
Tampoco logro entenderlo, no son siquiera imágenes coherentes.
Paso de una completa burbuja literaria, donde dibujo frases en las paredes
a un lumínico grito estridente
en un mediodía sin calidez;
a una huida inmóvil.
Las señales espirituales se vuelven difusas, me encuentro a oscuras en una habitación llena de magias.
Pero ninguna de ellas promete amaneceres.
Las esperanzas resisten ahogándose en un tanque solitario, en el medio de un campo.

Mi sostén único es esta tristeza
 estas líneas que expulso a duras penas
y las marcas que mi cuerpo verbaliza.
Es el instinto
o la desesperación
o el movimiento mecánico e inútil de un electrodoméstico.

Pero es
allí
aún, donde todo lo demás caduca.