domingo, 21 de junio de 2015

niñaeternas

Me llegan gentes. Me adentran hondo. Las veo y siento que están viviendo en territorios oníricos: paisajes violetas de acuosa resonancia, de frío dulce en la cara y arriba, el sol.
Veo sus pies moverse -delicados pájaros brillantes-, elegantes como en una danza o en un ring, ¡furiosas aves saltarinas!, o quizá más bien son una foto todo color de sus almas viajeras, niñaeternas almas llenas de discos, y asfaltos crackeados por plantas.
A mi, al menos, solitaria observadora reportándose desde alguna noche sin dormir y sin reír, me reconfortan. Despojada ya de todo malverso, de cualquier deseo ruinoso...me calman.
De verdad percibo los sueños como fotos en sus ojos llenos de remos y ríos cruzados. Ojos con candados rotos, sin llaves ni guardias, para el mundo.
Y sonrío. Desde mi jaula hecha nido, construida con ramitas de miedo y olvido (malvivido...malherido...) sonrío.
 Me hacen, y lo digo, menos muralla y más salto.
Más deseo en mi piel de llanto.
Más luna llena en mi danza  y canto.
Menos pregunta estéril y más relato,
más cuento para niños que no arden contra la gente.
Más cuento para ellos, que no temen a la muerte.

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