Frescura.
Un río de jugo de naranja corre bajo mi piel.
Siento su oleaje estrellarse en mis huesos.
Mi boca tiene frutillas por labios
que emanan almíbar rojizo
y fríos gajos de mandarina juegan entre mis cejas.
Un kiwi por ombligo corona el festín.
Liviandad.
El sol y la luna se abrazan con tiempo
anudándose lento entre mis piernas y pies.
Corro y me brotan alas
mientras beso las ramas adornadas con flores
que van a amanecer.
Respiro y toda vida
respira
me acompaso a su ritmo
la cadencia es lumínica.
No muy lejos suenan
las voces de los grillos,
convirtiendo en música
el aire que acabamos de absorver.
Es que te miro y vos también
sos de aire, de agua y fruta
de deliciosa y etérea escencia.
Nunca creímos llegar acá
nunca creímos sentirnos así
y por nuestros poros sale el asombro
que nos ilumina la cara
las caderas
las muñecas.
En cierto momento del ritual
tu boca se acerca a mi oído
y susurra, con una dulzura imborrable:
"Gracias a la vida que me ha dado piel
para emparcharme las heridas
y seguir danzando"
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