miércoles, 4 de mayo de 2016

No me quiero poner en pajera

Con cinco minutos
de tus ojos de lirio
podríamos recrear
el primer fuego que vio
el humano
y recordar sí, -volver-a-pasar-por-el-alma-
la sensación de inmensidad galáctica y de pequeñez microscópica
que nos habita constantemente
como en una lucha de gladiadores
cuando lo miramos crepitar y después
clavamos los ojos en el infinito
de puntos blancos explotando
arriba en el aire.

y de yapa matarnos a besos
¿no?

casi siempre a las 22 horas


Hay entidades en la noche
cosas que no son
que se aparecen en mí
como ráfagas de miedo
mientras prendo un pucho
parada en la esquina
mirando el tren pasar
y yo me pregunto
¿cómo coexisten
las sombras y vos?
¿cómo habitamos los tres
este mundo lleno de hambre
y vergüenza?
y ahí si que me perdí por completo:
arranco con la tararira de la guerra y el miedo y la violencia
y el poder y la subordinación y la presión y cómo salir, cómo salir de eso
la re yuta que lo parió.
y después de un rato de dolor aparece la vida
me pone un disco, se abre en una flor
en una sonrisa compañera
me destapan un vino y me abrazan
y me dicen que no hay nada más que todo, y todo no es más que nada
se pone re budista la cosa
yo me sacudo el estupor
no les doy tanta bola
y me pregunto de nuevo
¿cómo puede ser que existas vos
en esta procesión?
la virgen de las delicias
la narración inconcebible de lo extraordinario
vestida en turquesas y violetas, sonriendo, con cadenas en los ojos
dorada brillantina que te adorna el pelo
como si aún pudieses ser más hermosa
diosa del mar y de la guerra
de la poesía y los bondis vacíos
de los muertos que se nos cagan de risa en la cara
y nos dicen la verdad más hermosa
y profunda
que la literatura haya soñado jamás
y me acuerdo que le dije a un tipo
que la belleza estaba sobrevalorada, que nos hacía mierda
que era todo falso, el ideal que nos venden de lindo
y el se me reía y me decía "andá, reina cereza" y por dentro mío
algo enloquecía, enloquecía.



martes, 3 de mayo de 2016

Calle 63

Ahí, estaban, como de otra galaxia. De cuero, un poco sucios, aproximadamente un talle 42. A simple vista impecables, formales, para usar con un traje y hacerse el James Bond. De cerca, se apreciaba que eran de pares diferentes. Casi algo normal: la basura de alguien, una caridad para los descalzos, un olvido o descuido. Pero no, dos pequeños y sanos helechos ocupaban los zapatos a falta de pies. No se les movía ni una hojita frente al concepto de calzado, ellos estaban ahí lo más campantes, indiferentes a nuestra angustiosa necesidad de significados.
¿Serían un regalo? Estaban en una puerta, como esperando a alguien o invitando a entrar; un mensaje en clave para lxs curiosxs insaciables, para lxs "Harriet la espía" del nuevo siglo. 
Una alarma de los dioses para lxs que creen en el más acá. Un suspiro de sonidos y sabores, convocando a las pequeñas artes de la hechicería cotidiana. A la poesía mágica de lxs tristes caminantes con cansancio o espanto o milagro para lxs que el mundo se detiene en un portal con zapatos-maceta. 
Es que, seriamente: ¿Qué otra cosa son unos helechos calzados, sino una convocatoria urgente a soñar?

***

Pedimos una birra en el kiosquito y nos hicimos los intelectuales discutiendo pelotudeces. Nos sentamos en la diagonal a seguir la manijeada. Me hizo enojar tu soberbia, te reíste de mí. Me calenté tanto que pensé en levantarme e irme. No sé en qué momento eso se transformó en algo sexual. Nos besamos casi con violencia, como si fuese una manera de seguir discutiendo y peleándonos por tener razón. Reíste nuevamente, pícaro y con los ojos llenos de diablura. Me calenté aún más, te dije que eras un pelotudo. Lo que me gustaba de vos también me molestaba. Al poco tiempo, sólo quedó la molestia.

***
Un seis de picas uolvidado al lado del cordón. Un sinfín de posibilidades frágiles tiradas en la calle que da a la plazoleta. Algo tuvo que significar, de lo contrario ¿para qué molestarse?
Un seis de picas diciendo algo en lenguaje extranjero. Buscando unas manos extrañadas que lo levantaran del piso y lo cargaran de fábulas y misterios. Un mensajero de los confines, trovador de otras galaxias con poesía de buenas nuevas.
Del otro lado de las manos extrañadas, un cuerpo. Y activando éste, una mente nativa digital con acceso a dios a un click de distancia.

Comprar la yerba. Terminar de silbar la canción. Sacar las llaves del bolsillo. Abrir la puerta. Correr al perro de la silla. Prender el monitor. Teclear “qué significa el seis de picas” en el buscador. Dejar para lo último las respuestas de Yahoo. Abrir páginas de sitios que parecen legítimos: “astrologíaesotérica”; “tuguíainterior”; “elblogdelyosiendo” (ese quizá no tanto). Abrir en nueva pestaña unas 10 veces. Leer todo. Encontrar respuestas contradictorias. Agrupar similitudes. Clasificarlas. Hacer una estadística. Ponderar una respuesta. Darse cuenta que es bastante de mierda. Desconfiar. Sentir con intensidad lo pelotudo de desconfiar sólo porque el resultado es adverso. Responderse que de última todo es bastante pelotudo. Levantarse de la silla. Acariciar al perro al pasar. Poner la pava. Sentarse a esperar. Ponerle yerba al mate. Reflexionar.


Un seis de picas olvidado al cruzar la calle. ¿Nadie más vió la señal? ¿Es que la curiosidad nos esquiva? Un naipe tirado como botella al mar en este día de otoño en la ciudad. Un fósforo prendido entre lo oscuro de los cables de Fibertel. Una flor de verdad oculta entre ramos de plástico. Un secreto desnudo esperando bocas que lo cuenten. Más allá de charlatanes y tecnología. Más acá de la intuición y la contemplación. Desparramado en la calle, para que lo veas. Y para que por un rato, crees, y creas.