viernes, 31 de mayo de 2013

Escribo para no caer
escribo para no caer
para no encapsular los ojos y la conciencia,
para liberarme de la hipnósis del desgano,
romper las cadenas del vacío
 y las solitarias escenas de trivialidad.
Escribo para no cerrarme
escribo para no cerrarme.
Todo mi ser sensible al exterior
como una pelusa entre huracanes
hamacándose violenta en el grito agudo
resguardada en fortalezas
hechas de papel mojado.



Tu respiración es el acoso.
Se me(n)te en mí y ramifica pánicos.
Por las venas pasa y come mis pulsiones.
Parpadeo y algo dice: para.
El tornado de imágenes juega a la memoria titilante.
Ahora escribo y me inmuniza
pero volverá y estará allí, acechando.
Parpadeo y algo dice: para.
La inmensa maquinaria del miedo
es también una partícula de luz desvaneciéndose.
Parpadeo.
Devoraré la flor dormida que se abre en mis ojos..
Abrazaré tu imagen en el dolor
y fundiré con ella el horizonte.
Hay amor para mí y saldré a él.
Será el cielo en la selva.
No necesito sombras
mis demonios serán otros, ya no éste.
Hay amor para mí,
puesto que soy esto.    No más.

miércoles, 29 de mayo de 2013

En un pueblo muy ventoso y revuelto, vivía un tipo.
Pero este tipo no era como cualquiera: Si, es cierto, le gustaban muchas cosas "cualquieras". Como los partidos de fútbol, las pastas con salsa y la lluvia. Tenía algo muy peculiar, muy difícil de asimilar: Este tipo disfrutaba mucho matando pajaritos.
Sabía que era atroz y desagradable, pero no podía contener la ola de felicidad que subía por su estómago hasta su cabeza al momento de matar a uno de esos animales. Tampoco es que los mataba de maneras cruentas y sanguinarias, solo con una honda. Como se estila en ciertas infancias un poco perturbadas.
Llegaba a matar hasta 20,30 bichos por día. Recorría sin cansancio las plazas de la ciudad, los parques y ciertas veredas privadas de la mirada crítica de los demás. Nadie sabía de esta extraña conducta, ni siquiera sus más allegados. Por eso, cuando sentía la necesidad irrefrenable de salir a acabar con un par de seres alados, inventaba cualquier excusa para salirse del lugar donde estuviese.
Un tarde de inverno, como de costumbre, salió de cacería.
Caminó durante hora y media hasta llegar al punto que buscaba: Una plazoleta abandonada en las afueras de la ciudad, con una inmensa cantidad de árboles. En uno de sus recorridos vió como ese lugar se llenaba de pájaros específicamente cuando atardecía.
Sigilosamente, se acercó a un banco a unos 50 metros de la arboleda. Se sentó allí a planear su accionar. Punteó un detalle mental de la disposición de las ramas y la cantidad de pajaritos en cada una de ellas. Se fijó especialmente en aquellas donde estuviesen mejor distribuidos en el espacio.
Luego del apunte, no pudo contener relamerse antes de comenzar: A sus ojos, un espectáculo bellísimo estaba por acontecer.
Y así, sin previo aviso y con un ágil manejo de su honda, comenzó a tirarle cantidad de piedras a la rama más cercana, la primera en la lista.
Mató a 3 con la rapidez de un samurai, era un maestro del asesinato. El resto de los pájaros voló frenéticamente hacia otros árboles o directamente fuera de la plaza. Mató a dos más acertándoles en pleno vuelo y ahí, luego de tal prodigiosa destreza, llegó la satisfacción: Sus ojos claros se abrieron tan grande que parecían a punto de caerse de sus respectivos cuencos.
Se paró sobre el banco y comenzó a gritar como un desquiciado: estaba radiante, encendido, su pelo crespo dibujaba llamas en el movimiento de su cuerpo.
No lo notó: 12 pares de ojos se le clavaron en la nuca. Aquella cantidad de energía concentrada no le picó ni un poquito mientras danzaba festejando sus 5 victorias. La avanzada cayó como un puñal: Varios cascotes volaron desde distintas partes de la plaza, como invisibles cañones, en dirección a sus piernas. Era un punto neurálgico: sin eso no podría moverse. Las ráfagas de dolor lo tiraron al piso mientras el desconcierto y el miedo terminaban de apagar su gozo. Las piedras seguían cayendo, rasgando su ropa y lastimándo su piel, mientras intentaba descubrir de donde procedía el ataque. Se multiplicaban las rocas que volaban contra su cuerpo, dejando a su paso oscuros moretones y rajaduras que burbujeaban sangre. Desesperado, intentó refugiarse detrás de un arbusto arrastrándose por el pasto. Cuando empezó a moverse, resistiendo como podía la lluvia de piedrazos, su conciencia se desvaneció como una pitada de tabaco exhalada.
Quedó tirado, desconectado, mientras las piedras caían sin cesar. Cuando los doce pares de ojos vieron que ya no presentaba resistencia se acercaron a el rápidamente y le quitaron la honda: Se la ataron al cuello y jalaron hasta que su tez se volvió morada y coagulosa. El corazón dejó de latir más rápido de lo que creían y la noche terminó de cerrarse sobre las copas de los árboles.
Lo observaron un largo rato preguntándose con miradas cuál sería el destino del cadáver. Ya no les quedaba tiempo para discusiones. Resolvieron dejarlo allí, sin preocuparse por el qué dirán. Al fin y al cabo, ellos nunca se escondían y el sí se alejaba de la mirada de los otros para eliminar a las aves.
Cuando empezó aquél viento nocturno tan común y característico de la zona, los doce pares de ojos tomaron sus formas primeras, batieron las alas y se aventuraron detrás de las casas ajenas al espectáculo.
Sólo quedó de ellos el sonido de sus gargantas y la música que hacen al volar.
Caminaba apurada en dirección al río. Sabía que faltaban sólo un par de callecitas de tierra hasta llegar al puente que conectaba con el pueblo. Hacia años estaba allí, como única vía de conexión entre los campos y la casi inexistente civilización del poblado "Los Tulipanes". Lo cruzaba desde pequeña para ir al colegio y lo cruzó más tarde para alejarse de aquella casa inmensa que la había retenido largos años de su vida. Pero volvió allí, siempre volvía en sueños y pesadillas, para comer tarta de manzanas o para llorar amargamente bajo los nogales que cercaban la estancia. Innumerables pasillos oníricos corría para desaparecer de aquella cárcel con empapelados de flores pasteles. Nunca salía. Cuando abría las pesadas puertas de madera para huir se despertaba en medio de la noche, agitada y bañada en sudor helado, escuchando aún la voz de aquella sombría mansión que la perseguía, como persigue la luna al sol en el tiempo y el espacio.
El río se alzaba como un largo rayón de fibra a través de los campos amarillentos de otoño. El puente allí, madera vieja y carcomida, era una estructura fuerte y antigua que olía a humedad. Se paró en el comienzo para recuperar el aliento y observar el paisaje.
Aquel campo desolado con el río en el medio era el escenario de su vida, y sería también el escenario de una infinitud latente.
Caminó con pasos entrecortados hasta llegar al medio y clavó los ojos en el río que parecía una sábana tranquila y profunda. Tomó el barandal con ambas manos y se quedó un minuto allí, escuchando el sonido del agua correr. Al siguiente minuto su cuerpo ya había atravesado el barandal, y sus pies jugaban en el borde del pequeño trozo de firmeza que le quedaba. Estaba pegada, su espalda y manos ofreciéndole estabilidad contra las tiras de madera. Miró el agua y sucedió: Su reflejo le devolvió la mirada. Allí y solo allí lograba verse entera, tal cual era. Dedicó unos breves instantes a repasar aquel lugar, a retenerlo entre los párpados y grabarlo en su mente. Lo conocía desde siempre, podía visualizar con los ojos cerrados la disposición de aquel espacio pero necesitaba una última vez sentirlo en la mirada. Volvió a mirarse en el reflejo y éste pareció apremiarla: No lo hizo esperar más.
Su cuerpo cayó y fue la imagen de una pared colapsando. En aquel pequeño vuelo de cara al agua creyó sentir como sus huesos se desataban entre sí. Su acuosa otra, su gemela que esperaba flotando abrió los ojos y los brazos como se abre el sol en el horizonte.
Entonces, la mágica transformación comenzó con un enredo de extremidades: de brazos y piernas envolviéndose en una danza burbujeante. Las piernas lentamente se volvieron escamas violáceas y los brazos se aquietaron en las cinturas. Los dos pares de ojos se encontraron a pocos centímetros bajo la superficie, uniéndose en un dulce instante de serenidad.
Ellas, finalmente encontradas, finalmente unidas, se lanzaron a nadar rápidamente dejando atrás las maderas del puente.


martes, 21 de mayo de 2013


Jóvenes con inquietudes
estampitas con oraciones de dudoso autor
metiéndole la lengua, besuqueando a un dios hecho pin
en la solapa de un saco del abuelo.

"Canto sólo para saber que estoy vivo"



La habitación parece inmensa cuando no hay nada que ver.
Pero
la lleno con palabras
y la hago pantalla de lo que quiero
es ahora mi pizarra imaginaria
mi hoja borrador de garganta

la luz de la ventana es como un ánima inflando la claridad
 y los colchones de historias son como abrazos:
es una casa

un descampado lleno de dientes de león y yuyos
el cordón de una vereda
lo alto de una antena
es un ala y un yunque
las muñecas de un policía
el picaporte de una puerta que conduce a cierto pasillo frío
el croar de una rana

sólo tengo frases
salen siendo sonidos
como diatribas y caricias
cantos llenos de humo azul
y quiebres de cadera.
Metálico reflejo y
aguamarina totalidad
de mí.
Sólo tengo lo que me pusieron a prueba
lo que dudaron
lo que castigaron y ensalzaron
lo que ignoraron
es como una poderosa peste, como un minuto eterno de tortura

como la música que hacen las cosas que se elevan.

jueves, 16 de mayo de 2013

Ejercitarse
la lengua
el diafragma
las uñas
las petunias
te comés las flores yo te miro sorprendida
te comés las flores y no entiendo
por qué no me puedo comer las letras
hoja por hoja chuparles el néctar amarillo que mancha las camisas
saborearte canciones que hablen de tus tetas con gusto a chocolate

Una vez estuve cerca del mar
era una mirada asesina, cargada como una pistola llena de deseos y cavilaciones
Después me caí de nuevo en ese pozo en la playa de Pehuen Có
Pero esta vez no hubieron brazos peludos de hombre que me saquen
y me lleven con mamá y papá que nunca se dieron cuenta del todo
de nada.
Yo creía que era un milagro ese momento de absolución
pero repito y repito y repito la caída la falta el agua la sal el llanto el mar
Estaré ahogada, rasguñando la arena
esperándote.

martes, 14 de mayo de 2013

Lea el siguiente fragmento y conteste:

"Era sábado, día de compras. El sol se relamía en los pastos y en las copas de los árboles mientras cruzábamos las plazas lógicamente planeadas cada seis cuadras. La ciudad era un murmullo de humitos y paseantes con sus perros. Parecía yo la nena autista del grupo: sumida en un cuaderno, escribiendo mientras caminaba, patéticamente embutida en un jardinero con rayas rojas y un estadío de sonambulismo soso"

1) ¿Es usted victima del sonambulismo? ¿Cree que es un mal que aqueja a nuestra sociedad moderna?
2) Opine sobre el concepto de "soso" expresado en el texto. ¿Puede el jardinero a rayas rojas tener influencia en esta afirmación?
3) Pregúntese ¿Debería preguntarme algo?
4) ¿Alguna vez sintió al sol relamerse en su cuerpo? ¿Cree que la expresión es correcta?
5) ¿Por qué se describe a sí misma como algo patético? ¿Por qué no?
6) Escriba un texto de 1000 caracteres donde exprese todo lo que se permita. Puede tocar diversos temas y referirse a experiencias personales, o generar algo veraz, sin necesidad de ser verídico. Las letras condenan y liberan al hombre al mismo tiempo. Lo bello del acto es poder sentir en cada palabra, la lucha constante; la puja aguerrida y sentimental entre criatura y literatura. Piense en la necesidad imperiosa de comunicar que lleva dentro. Recuerde aquellos momentos que merecen ser relatados: defórmelos, reinvéntelos, ejerza sobre ellos total control y ningún tipo de piedad. Castíguelos por insolentes, echelos por mar y tierra, sepúltelos en el fondo de su garganta hasta que tomen la forma de su voz: Pura, imprescindible, real. Piense que son sus únicas armas y utilícelas intensamente. Mienta con tenacidad, explique con mares argumentativos, hable sobre su ignorancia como si fuese un erudito en el tema. Tome las alas del discurso y váyase de una buena vez a la reputa madre que lo parió. Le prometemos que no será extrañado. Prométase a sí mismo volar. Sea una cosa nueva, o mejor aún; sea lo que siempre fue allí, donde nadie más lo podía ver.

sábado, 11 de mayo de 2013

Necesito un mundo.
no hay nada más vacío que una noche
que no tiene siquiera triviales tristezas.
un pedazo de pan en la mesa, una botella de vino picado
lluvias inesperadas, cero planes de qué hacer
no hay compañías naturales ni humanas
más que uno mismo y quizá algo que le inspire amor en el hogar.
escuchas su música allí, seguro, tranquilo
pero quisieras encontrarla más allá
quisieras encontrarla en otros ojos y con otras bocas
de formas frutales y abominables también
no sucede nada más que el griterío sonzo en una esquina
ni siquiera las plazas ceden un lugarcito para el pucho solitario
la pequeña alegría de un plato caliente
o la sonrisa dormida de lo cotidiano.

Leo esto y no parece haber más
Mi voz no suena mía entre tanto humo de coches y charlas al pasar
comentando la buena media
Yo busco pero es como si mi cuerpo no se moviera
pero creo buscar en algún lugar, allí o aquí
el momento, el teatro, la agonía dulce y profunda.
Dura hasta los huesos de consistente y precisa.
Las calles son una eterna persecución en un auto negro
donde el tiempo está dibujado como en las historietas
con páginas oscurecidas y con textura débil
como de papel prensa.
La escena remite ahora a la clásica toma
de un policial negro, la pipa lanza un humo demasiado hermoso
para ser evadido.
Llega el sonido de las máquinas y la gravedad de los diálogos, para volver de un golpe de adrenalina al estupefacto remanso, libre de todo y más aún
muriendo por recibir.
¿Por qué ninguna mentira es cómoda?¿Por qué la realidad simplemente no aparece?
Si uno tiene los ojos abiertos, ¿Los cierra? ¿Los abre?
Perdí algo en un momento que recuerdo perfectamente.
Pero, ¿qué era? ¿Era la esperanza? ¿La inocencia? ¿Qué buscaba yo ese día de inundación?
A mi lado crecen rosas que una inocencia se come.
Disfruta algo a pesar de los hachazos, de las represiones
Algo así de vano y estúpido
pero enteramente suyo
saborea y mueve las pestañas en ese momento sublime
todo su cuerpo grita lugar
grita raíz, aún cuando se mueva sin buscar absolutamente nada.
Pero no soy yo, no hay aquí
más que preguntas que nunca se hicieron
y traumas hematomas de mi insensibilidad.