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Dentro de la coreografía de los días
existen pálidas grietas.
La inmensa alegría del café caliente
luego del frío que resquebraja
las manos y el alma.
O el mate, que concede el rincón
donde abrazar las tristezas
con un hechizo de palo verde.
Y si los fósforos son celestes
reiremos,
con la risa tímida y cansada de lo cotidiano
que en su pequeñez,
es la tregua
la dulce caricia de paz
para un cuerpo hecho de guerra.
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