Volver a la ceniza.
Regar con sudor las puertas de madera.
Pudrirlas.
Quemar el campo, quemar la huerta.
Matar la muerte
y volver, desde la ceniza y el sudor
al vivo verde y violeta
de la ensoñación
de la propia mano creadora.
Y que nada importe,
porque ya no importa todo lo que
alguna vez quemó,
pues he vuelto a la ceniza,
en mi círculo infinito.
Soy la muerte muriendo
renacida otra vez.
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