Estoy buscando la magia.
Un día escribí sobre su titilar,
encapsulado en vasos plásticos con café
y paradas de colectivos.
Estoy buscándola
para que nos sentemos, mate de por medio
y confesarle que la amo
que he vivido triste
pensando que vivir era otra cosa
y no magia, invencible, victoriosa
bailoteando en las polleras largas y azules
de mujeres de viento
o en el rulo sucio, pegoteado
de un niño que se ríe.
Yo sé que anda por ahí
escondiéndose en las esquinas
jugando a la mancha con las estaciones
envolviéndome en mi pintorcito del jardín
trenzando mi pelo, despeinando mi flequillo
y mirando por el hueco
que dejaba algún diente que perdí.
En cierto momento la encontré en algún libro
mientras el sol giraba en el patio de baldosas
o se transformaba en rayo de luz polvoriento
filtrándose por la persiana baja.
Después siguió corriendo y yo seguí
medio encantada medio perdida
y la sorprendí en un disco
que me hizo volar noches enteras
o en el beso de lluvia de mi amor florecido.
Quiero encontrarla y seguir toda encantada
-ya no perdida-
maravillada de su frescura insaciable
y del rojo que deja
en mis labios asombrados.
Magia,
nos toparemos pronto.
Me lo dice algún lunar
de mi agotada lágrima
que entre risas y ajenidades
no cesa de buscarte.
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